En días
recientes, durante una reunión entre amigos, se generó un debate sobre la ayuda
que el gobierno mexicano está ofreciendo a los migrantes varados en la frontera
con Estados Unidos. Este tema ha cobrado relevancia debido al endurecimiento de
las políticas migratorias en dicho país. Surgió una pregunta: ¿Es correcto utilizar los impuestos de los mexicanos para apoyar a
ciudadanos de otros países?
**1. Rompiendo
Barreras:**
Considero que
nuestra sociedad está basada en muchas mentiras arraigadas en nuestras mentes
desde la infancia. Una de ellas es la idea de que el mundo está dividido por
fronteras llamadas naciones o países. Sin embargo, esta noción es completamente
falaz. Si bien existen límites geográficos, las divisiones políticas son
construcciones humanas, y no hay una frontera real entre un país y otro.
Desde esta
perspectiva, los derechos "por nacimiento" no deberían variar
dependiendo del lugar de origen. Todos los seres humanos, independientemente de
su nacionalidad, merecen igualdad de oportunidades y derechos. Los migrantes no
deberían ser tratados como ciudadanos de segunda clase.
Aquellas personas
que ya se encuentran en territorio mexicano, independientemente de cómo
llegaron allí, tienen necesidades básicas que deben ser cubiertas para vivir
con dignidad. Actualmente, dependen en gran medida de la ayuda brindada por
algunos grupos civiles. Sin embargo, el costo social de esta situación recae
injustamente en unos pocos, mientras que el resto de nosotros observamos desde
la distancia sin contribuir a aliviar su carga.
Los estados suelen
afirmar su responsabilidad sobre lo que ocurre en su territorio. Siguiendo esta
lógica, el gobierno mexicano tiene la responsabilidad de equilibrar la carga
social de la inmigración y garantizar la dignidad y los derechos humanos de
todos los que se encuentran dentro de sus fronteras.
La reciprocidad
es fundamental en cualquier sistema justo. No podemos esperar un gobierno que
promueva la justicia si se basa en la injusticia hacia los más vulnerables. Lo
que damos, inevitablemente, repercute en lo que recibimos.
Los migrantes no
solo son beneficiarios de la ayuda, sino también contribuyentes a la sociedad
receptora. Su diversidad cultural enriquece nuestra experiencia colectiva y
fomenta la creatividad y la innovación. Los países más progresistas son
aquellos que abrazan la diversidad y se abren a la migración.
Por último, lo
más importante, porque así lo manda Dios. Deuteronomio 24: “No torcerás el
derecho del extranjero, ni del huérfano, ni tomarás en prenda la ropa de la
viuda, sino que te acordarás que fuiste siervo en Egipto y que de allí te
rescató Jehová tu Dios; por tanto, yo te mando que hagas esto”.
En conclusión,
considero que la ayuda a los migrantes es una obligación; es la expresión de
nuestra humanidad compartida y un compromiso con la justicia y la solidaridad
global. En lugar de alimentar la división y el egoísmo, deberíamos trabajar
juntos para construir un mundo más equitativo y compasivo para todos.
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