Todo el
evangelio se fundamenta en el amor. Se nos ha mandado amar a Dios y al prójimo,
pero sin embargo estamos confundidos y no podemos seguir el mandamiento, porque
desconocemos la esencia del amor. Nuestra cultura se ha esforzado en confundir
lo que llamamos amor. El romanticismo ha reinventado su concepto, de forma que
ahora es una emoción de atracción posesiva y llena de celos. Para Hollywood el
amor es sexo.
Pablo decía
en su epístola a los Corintios que el amor es más importante que la fe, que la profecía,
que la ciencia, e incluso que la misericordia.
“El amor es sufrido,
es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se
envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda
rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre,
todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser; pero
las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.”
Aun
leyendo lo anterior sigo con mi confusión, no sé lo que es el amor. Sin embargo,
sé que hay una huella que claramente delata la presencia del amor. Esto es la
confianza. Piensa en las personas que amas. La diferencia con todos los demás es
que confías en las personas que amas. Entre más grande es el amor, más
confianza tenemos. ¿O lo podremos decir al revés: ¿más confiamos, más amamos? Quizá el amor más puro que conocemos es el de
un hijo a sus padres, y se delata por la confianza ciega que el niño pone en
sus padres. Lo mismo pasa con el amor a Dios: si decimos que le amamos será porque
confiamos en El.
Me da
vueltas la cabeza pensando en el amor que Cristo nos tuvo. Aun sabiendo que había
de ser traicionado, el confió hasta el final en los doce elegidos. Igualmente
confiaba en el pueblo, y se atrevía a decir en las plazas públicas cosas que
mucha gente no quería oír, y hacer cosas que la gente no quería ver. Por ejemplo,
tocaba a las personas enfermas de lepra; comía y bebía con publicanos; se
dejaba acariciar por prostitutas; obraba en el día de reposo; y, por último, no
seguía las tradiciones de los religiosos y de los ancianos.
¿Porque
todo esto? Pues porque la gran enseñanza del evangelio es esta: Confía.
Confía en
Dios, Confía en tu prójimo. Rompe el yugo de la desconfianza. Atrévete a más. “Porque el anhelo
ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.”
Saludos
Gerardo Soto
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