El libre
pensamiento y la libertad académica.
Gerardo Soto Herrera
Publicado en: Gaceta Ensenada. No 29, pag 5, abril 2018
CNyN-UNAM
El pensamiento es considerado la más excelsa de
las cualidades humanas. Con el pensamiento generamos ideas y representaciones
de la realidad. El lenguaje, la ciencia y la cultura son únicos a la especie
humana y frutos del pensamiento. Suponemos que todos somos libres para pensar,
incluso le llamamos “libertad de pensamiento”, sin embargo, solo en escasas
situaciones pensamos libremente. Como seres sociales estamos condicionados por ambientes
familiares y culturales; ambientes donde existe la ignorancia, los prejuicios y
los tabúes. Además, el pensamiento es inadvertidamente manipulado para fomentar
actitudes que favorecen ciertas pautas de comportamiento. La publicidad
comercial intenta que ciertos productos sean adquiridos, incluso sin ser
necesarios, implantando así patrones de consumismo en la mente de las personas.
La publicidad es un medio por el que se ejerce la manipulación del pensamiento,
usada en sentido negativo. La manipulación negativa, utilizando técnicas de persuasión
o de sugestión mental, anula las capacidades críticas de la persona al darle pautas
de comportamiento y de pensamiento determinados. También existe la manipulación
en sentido positivo, la cual busca que el individuo cultive el pensamiento autónomo
y crítico. La persona autónoma, al ser menos influenciable, limitará por sí
misma las sugestiones del exterior; es decir, será una persona de criterios
firmes. La verdadera educación universitaria es el más claro ejemplo de la
manipulación del pensamiento en sentido positivo. La palabra ‘verdadera’ da a
entender aquí que no toda la educación dada en las universidades es libre. En la
educación universitaria el alumno, por medio del contacto con distintos
profesores, será confrontado con puntos de vista y enfoques tan diversos como
sea posible, enriqueciendo la formación de criterios y convicciones en el
estudiante. Lo anterior es posible solo en un ambiente de total libertad
académica o de cátedra. Esto implica que los investigadores, los profesores, así como
los estudiantes, tienen la libertad de enseñar y debatir sin limitaciones de
doctrinas instituidas, así como la libertad de llevar a cabo investigaciones,
de expresar libremente la propia opinión sobre el sistema o la sociedad,
libertad ante la censura institucional y libertad de participar en órganos
profesionales u organizaciones académicas representativas. La elección del tema
de investigación, la elección de lo que se enseñará en clase, la presentación
de los hallazgos a colegas y su publicación, así como el camino seguido en la
búsqueda desinteresada de la verdad y del conocimiento, es lo que protege la libertad
académica del profesor. En la vida real las universidades tienen mucha presión
de entidades ajenas a ellas las cuales limitan el ejercicio de la libertad
académica. Por dar un ejemplo, en los últimos tiempos se ha vuelto una
exigencia que las universidades acrediten antes organismos externos sus
programas de estudio. Los procesos de acreditación adoptan ciertos estándares
de evaluación para decidir cuando los programas universitarios cuentan calidad suficiente;
se busca posicionarlos dentro de rankings de competencia donde se supone que a mejor
ranking mayor es la calidad de educación brindada. El problema radica en que el
proceso de certificación necesita de la formación de un modelo previo para
funcionar como un referente de calidad. Sin embargo, la educación que se da
basada en un modelo previo ya no es libre, sino ha de ajustarse a parámetros
previamente establecidos, es decir, la certificación se da en base a un
adoctrinamiento institucional. Bajo este esquema los profesores pueden ser obligados
a dar un contenido determinado a fin de lograr los estándares de calidad que
pretende la institución. Y aun los estudiantes ser forzados a llevar ciertas
asignaturas, en contra de sus intereses particulares, para dar cabida a la
homogenización de la profesión. Dado que
las universidades suelen ser las principales generadoras de las ideas
reformadoras la autonomía de las instituciones de educación, y la libertad
académica dentro de ellas, deben ser protegidos a toda costa. Es muy importante
la protección de las ideas divergentes a la mayoría de pensamiento, aunque
estas choquen directamente a las tendencias uniformadoras de la educación. En
ausencia de libertad académica la sociedad perdería una de sus mejores
cualidades: la capacidad de revolucionarse a sí misma.
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